jueves, 2 de mayo de 2019

Sangre y hielo

Aunque el deporte haya nacido y crecido en torno a una serie de valores positivos, muchas veces es más lo que nos venden que lo que hay en sí, ya que estos brillan por su ausencia. Este es el caso de nuestra historia de hoy, una historia que conmocionó y mantuvo en vilo a todo Estados Unidos, y que incluso disparó los niveles de audiencia de los Juegos Olímpicos de Invierno en Lillehammer (Noruega) en 1994 a cotas insospechadas hasta la fecha.

A principios de los 90, Estados Unidos tenía un puñado de buenas patinadoras artísticas que aspiraban a defender su país en las competiciones internacionales. Era la época de la disgregación de la Unión Soviética y de la unificación de las dos Alemanias, grandes rivales de las estadounidenses por aquel entonces. Todos sabían que las medallas eran mucho más asequibles que de costumbre y nadie quería dejar pasar la oportunidad de colgarse una. 


Foto: Willamette Week
Tonya Harding era una joven a la que la vida no le había tratado bien. Creció en un ambiente familiar totalmente desestructurado, en donde el maltrato físico y psíquico por parte de una madre obsesiva fue una constante a lo largo de su vida. Pese a que no cumplía los cánones estéticos de la mayoría de las patinadoras (era baja, musculosa y poco agraciada físicamente), comenzó a destacar en el patinaje porque "para Tonya era su billete para huir del fango", tal y como recuerda su entrenadora Diane Rawlinson. Quizás influenciada por sus circunstancias personales, destacaba más en las figuras libres, cuando tocaba improvisar, que en las figuras obligatorias, donde no se mostraba tan cómoda sujeta a unos patrones cerrados. 



Nancy Kerrigan era todo lo opuesto a Tonya Harding. Había crecido en el seno de una familia de ascendencia irlandesa y alemana, en donde los padres se volcaron con ella y su afición por el patinaje (su padre llegó a acumular hasta tres trabajos simultáneos para costear los gastos familiares y los del patinaje de Nancy). Su belleza natural, la elegancia en sus actuaciones y la sonrisa permanente que mostraba, sirvieron para que los anunciantes (Revlon, Reebok, Campbell Soap...) se peleasen por contratarla como reclamo publicitario. Incluso el diseño de sus trajes corría a cargo de una famosa marca de vestidos de novia.

La primera en destacar fue Tonya Harding, cuando en 1991 llega a la élite del patinaje artístico mundial tras ejecutar un triple axel (un salto con tres giros y medio en el aire, 1260º, considerado el más dificil de todos) durante el campeonato de Estados Unidos. Volvería a repetirlo en los Campeonatos del Mundo, pasando a ser la primera norteamericana que lo ejecutaba en dicho evento. Sin embargo, aquello no le sirvió para ganar el oro. En un deporte en el que la apariencia es tan importante como la capacidad para mantenerse erguida sobre unas cuchillas, las habilidades atléticas de Tonya pesaron menos que su tosca apariencia, su flequillo despeinado y sus trajes de elaboración casera. Muy a su pesar, tuvo que conformarse con la plata, mientras que el oro se iba a su compatriota Kristi Yamaguchi, a la que había superado sin problemas unas semanas antes en los campeonatos nacionales.

La tercera en ese Campeonato del Mundo fue, la hasta entonces desconocida, Nancy Kerrigan. Grácil, esbelta, estilosa... era la perfecta antítesis de la fuerza y el nervio de Tonya Harding. Tanto que Tonya empieza a obsesionarse con Nancy, llegando a afirmar que "Nancy era una princesa y yo era un montón de mierda". Los aficionados al patinaje artístico se dividían entre los partidarios de una y otra, sin dejar a nadie indiferente.

Foto: Biography.com
La obsesión va a mayores en 1992 cuando Nancy comienza a superar a Tonya en los campeonatos: primeros en los nacionales, luego en los Juegos olímpicos de Albertville 1992 en los que le priva de la medalla de bronce... En 1993 Nancy Kerrigan ya es todo un icono mundial. No es sólo un potente reclamo publicitario, ni la imagen que la Asociación de Patinaje Artístico de Estados Unidos proyecta orgullosa a los más jóvenes, ahora también es la mejor patinadora del momento. Y eso es algo que Tonya Harding no soporta. 

En 6 de Enero de 1994 tiene lugar un hecho conmociona a todo Estados Unidos. A la salida del entrenamiento, Nancy Kerrigan es agredida por un encapuchado, que rápidamente se dio a la fuga, con la intención de causarle una lesión en sus piernas. Los llantos de Nancy, mientras su padre la llevaba en brazos, recorrieron las televisiones de medio mundo. "¿Por qué?, ¿Por qué yo?", gritaba angustiada. Quedaban tan sólo 5 semanas para los Juegos Olímpicos y todo presagiaba que no iba a llegar a tiempo de recuperarse.



Las autoridades norteamericanas abrieron una investigación y no tardaron en detener al agresor encapuchado. Se trataba de Shane Sant, un personaje sin escrúpulos y con antecedentes policiales por diversas actividades delictivas. Tirando del hilo, descubrieron que el agresor había sido contratado por Jeff Gillooly, el marido de Tonya Harding, y a un amigo suyo. El acuerdo consistía en cortarle el talón de Aquiles a Nancy, para que no pudiera ir a la cita olímpica. Tonya y su marido pensaban que de esta manera asegurarían su participación en las olimpiadas y, una vez allí, convertida en figura mundial, se llenarían los bolsillos con millones de dólares. 

Aquel siniestro plan no era más que un plagio del que empleó un fanático seguidor de la tenista alemana Steffi Graff, que no dudó en acuchillar en medio de un torneo a la serbia Mónica Seles para que su idolatrada tenista recuperase en nº1 mundial. Pero no salió como esperaban. Primero porque el agresor, en lugar de cortarle el talón de Aquiles, sólo le golpeó en su rodilla derecha. Y después porque los agresores demostraron ser unos auténticos aficionados, ya que nos sólo dejaron mil pistas sino que encima se dedicaron a alardear de su hazaña entre sus conocidos. Y como ya se sabe, la policía no es tonta y no tardó mucho en dar con ellos. 

Tonya Harding negó estar implicada en todo este escándalo. Y, aunque la policía encontró documentos con pruebas caligráficas que la implicaban en el diseño del plan, ella -a día de hoy- sigue negándolo. Tan sólo admite su culpabilidad en el hecho de no informar a la policía de cosas que había oído hablar a su marido, y por obstaculizar la investigación al intentar encubrirlo.

En medio de todo este huracán mediático y judicial, ambas acudieron a los Juegos Olímpicos de Lillehammer 1994 un mes después. Allí Nancy, pese a no haber podido entrenar prácticamente nada desde la agresión, logra hacerse con la plata. Tonya, lejos de las medallas, se tuvo que conformar con una octava posición, que además se vio acompañada por constantes abucheos del público asistente. Aquella retransmisión alcanzó unos índices de audiencia de los más altos en la historia de la televisión estadounidense. 

Tras acabar los Juegos, Nancy decidió colgar los patines y, con ellos también dejó atrás su imagen de chica modesta, risueña y perfecta que proyectó tanto tiempo. Su -hasta entonces desconocido- carácter déspota y arrogante le jugaría más de una mala pasada, como en un acto con la multinacional Disney, en donde con los micrófonos en abierto quedó en evidencia. Se casó con su manager, 16 años mayor que ella, tras varios años de relaciones a escondidas mientras él estaba casado con otra mujer. Actualmente sigue vinculada al deporte actuando en exhibiciones y como comentarista de competiciones en la televisión. Afirma no haberse olvidado de aquel incidente y dice seguir esperando las disculpas de Tonya. 





Por su parte, Tonya Harding fue expulsada de la Asociación de Patinaje Artístico de Estados Unidos nada más terminar los Juegos Olímpicos. Y, como fue considerada persona non grata en el mundo del patinaje, decidió pasarse al boxeo, en donde tuvo un paso efímero, al igual que en la industria del cine para adultos. Este año fue noticia porque su vida fue llevada al cine a través de la película "I, Harding". En ella, se muestra como la violencia y los abusos que afirma haber sufrido en su infancia y en su juventud, primero a través de su madre y luego por su marido, le marcaron su carácter. Al final, resultó ser que ni la buena era tan buena, ni la mala era tan mala.

Lo más curioso del caso, es que hubo una tercera protagonista que también salió perjudicada de todo esto: Michelle Kwan. Con tan sólo 13 años había obtenido el 2º puesto en los Campeonatos Nacionales, lo que le clasificaba directamente para la olimpiadas de 1994 junto a Tonya Harding. Sin embargo, la Federación norteamericana decidió que su plaza la ocupase Nancy Kerrigan, que no pudo participar al estar reponiéndose de las lesiones causadas por su agresor. Kwan, posteriormente ganaría 5 mundiales y 2 medallas olímpicas, que podrían haber sido más de no haber sido apeada injustamente de aquella olimpiada. 

viernes, 12 de abril de 2019

Jock Stein y los leones de Lisboa.

Hablar de fútbol en Escocia es hacerlo de algo más que un deporte. Se dice que los escoceses pueden cambiar de coche, de partido político, incluso pueden divorciarse y cambiar de pareja... pero nunca de equipo de fútbol. Y es que en los dos grandes equipos históricos, el Celtic de Glasgow y el Glasgow Rangers, los salarios y las fichas altas son importantes para muchos de sus jugadores, pero no tanto como los valores que representan. Cuando uno nace como bhoy o como gers, lo es para toda la vida.



Nuestra historia de hoy comienza en Glasgow, la ciudad más industrial y poblada de Escocia. En 1951 el Celtic de Glasgow contrataba para su equipo de reservas a John "Jock" Stein, un central limitado técnicamente pero muy fuerte, disciplinado y aguerrido. Toda su vida había jugado por placer y, quitando su último año jugando para el Llanelli Town galés, nunca había sido profesional. Es más, probablemente nunca hubiese jugado en la Scottish Premier League, de no ser porque durante la II Guerra Mundial la mayoría de los jugadores profesionales de más nivel se habían tenido que alistar en las Fuerzas Armadas Británicas para ir al frente. Ese vacío fue aprovechado por jugadores como Jock Stein, minero de profesión y que habían quedado exentos de alistarse por su rol estratégico en la producción de mineral, para asomar la cabeza en categorías superiores.

La fortuna de nuevo se alía con Jock Stein porque, al poco tiempo de llegar al Celtic, una plaga de lesiones asola a la defensa del primer equipo. Ante la falta de jugadores para ese puesto, el entrenador Jimmy McGrory se ve obligado a tirar del filial y lo hace debutar. A partir de ese momento, Jock Stein se convirtió en un referente dentro y fuera del campo, donde llegó a ser nombrado capitán. Hecho que llamó mucho la atención porque, mientras el Rangers vetaba el acceso a jugadores católicos en sus filas, el Celtic le colocaba el brazalete de capitán a un jugador protestante. 

A pesar de su notable rendimiento, sólo logró ganar una Liga y una Copa con el Celtic en un histórico doblete durante la temporada 1953-54. Temporada en la que el Celtic premió a sus jugadores invitándolos a ir al Mundial de Suiza. Allí la Hungría de los PuskasKocsics y Czibor, conocidos como "los magiares mágicos" fue la sensación del torneo. Deslumbraron al mundo con un fútbol ofensivo, de gran calidad y basado en unas tácticas revolucionarias, como el 4-2-4, nunca vistas hasta entonces. Para Jock Stein, aquel equipo marcó un antes y después en su concepción del fútbol, volviéndose un estudioso de las tácticas magiares y sus posteriores variantes. 

Con 35 años, una lesión crónica le obliga a colgar las botas. Le ofrecen el banquillo del equipo de reservas del Celtic y acepta la oferta. Con él al frente la cantera celtic vive una de las épocas más prolíficas de su historia, formando una base de jugadores jóvenes y de calidad que daría mucho que hablar años más tarde. Tras tres años esperando que le ofreciesen el banquillo del primer equipo del club de sus amores, empieza a pensar que su fe protestante sería un obstáculo demasiado importante como para que le diesen la oportunidad. No en vano, hasta la fecha, el banquillo católico sólo había sido ocupado por entrenadores que profesaban esa fe. Así que, buscando hacer méritos para un día regresar, decide abandonar el Celtic para firmar por el modesto Dunfermline.


Fuente: Dunfermline Athletic
Con los pars despacha cuatro grandes temporadas (1960-1964) en las que lleva a un equipo programado para pelear por no descender a ser campeón de la Copa de Escocia (ganada a su ex-equipo, el Celtic) e incluso a jugar competiciones europeas. El juego alegre, ofensivo y vistoso que desarrolla el Dunfermline no pasa desapercibido. Las ofertas de importantes clubes ingleses y escoceses comienzan a llegar y Jock Stein rechaza una tras otra. Sólo quiere entrenar al Celtic, donde muchos aficionados comienzan a pedir su regreso, y esperará lo que haga falta.

En 1964 firma una temporada con el equivalente del Celtic en Edimburgo: el Hibernians, otro equipo con marcada herencia católica e irlandesa. Los Hibs, uno de los grandes clubes escoceses y con una importante masa social detrás, atravesaban una mala época en la que coqueteaban con el descenso. El equipo necesitaba una revolución y Jock Stein ve en él un trampolín para volver a Glasgow. Reestructuró el equipo a partir de descartes de los grandes equipos escoceses (John McNameeWilly Hamilton...) o de la Premier League inglesa (Pat Quinn). Configuró un sistema de juego en el que sacó el mejor rendimiento visto a cualquiera de los jugadores que tomaban parte en él. Incluso derrotó contundentemente al Real Madrid de los Di StéfanoPuskasAmancioMuller..., pentacampeón europeo, en un partido disputado en Edimburgo durante aquella temporada.

Entre tanto, el Celtic sumaba ya 11 temporadas seguidas sin ganar la liga, mientras que sus archirrivales del Rangers seguían sumando casi la mitad de los títulos en juego. A finales de temporada Jock Stein recibió una importante oferta del Wolverhampton inglés, así que decidió ir a -aparentemente- pedir consejo al presidente del Celtic sobre si debía aceptarla, aunque con la esperanza de que le ofreciese el banquillo católico. Bob Kelly, en primera instancia le ofreció el puesto de entrenador asistente, algo a lo que Jock Stein se negó. Posteriormente volvió a la carga ofreciéndole el puesto de entrenador, pero desempeñando las funciones conjuntamente con Sean Fallon, propuesta que también rechazó. Así que a Bob Kelly no le quedó más remedio que darle plenos poderes a Jock Stein, quien en 1965 se convertiría en el primer entrenador protestante de la historia del Celtic. 

Su periplo con el Celtic viene marcado por sus tácticas revolucionarias y novedosas. Combinó a la perfección las influencias que había tomada de la Hungría del Mundial de 1954, con el carácter indómito y la garra escocesa, plasmándolo en un fútbol ofensivo, dinámico y alegre que fue señal de identidad, y motivo de orgullo, durante muchos años en el conjunto católico. Frases como "La única forma de traer a los aficionados al estadio es hacer que se diviertan. Por tanto, hagámoslo" o "el mejor sitio para defender es el área rival" son toda una declaración de intenciones. 

Además en aquel equipo se reencontró con muchos de los jugadores que hacía años había entrenado en el equipo reserva, por los que apostó decididamente desde el primer día. Con todo ello, las ligas -esquivas durante más de una década- fueron cayendo de la mano de Jock Stein hasta lograr la nada despreciable cantidad de 9 consecutivas. En Europa también cosechan buenos resultados, y el equipo comienza a hacerse un nombre y codearse con la élite europea.

En 1965 alcanzó las semifinales de la extinta Recopa de Europa frente al potente Liverpool inglés. Y de no ser por un polémico arbitraje en Anfield, donde se anuló a 5 minutos para el final un gol legal al celtic Bobby Lennox, por presunto fuera de juego, hubiese jugado la final. Pero sin duda el momento álgido de Jock Stein en los banquillos fue durante la Copa de Europa de 1967. Aquel año alcanzó la final tras ir derrotando a varios campeones europeos sin mayor problema: Nantes, el Zurich dirigido por Kubala, el Duckla Praga... Tan sólo pasó apuros ante la sorprendente Vojvodina de Vujadin Boskov, a la que eliminaron con un gol en los instantes finales



En la final, que aquel año se celebraba en Lisboa, esperaba el todopoderoso Inter de Milán, un equipo que hizo del catenaccio un arte. Los italianos, repletos de figuras como Corso, Mazzola, Jair da Costa o el balón de oro Luis Suárez, pasaban por ser el mejor equipo europeo del momento. No en vano habían hecho doblete, Copa de Europa y Copa Intercontinental, en 1964 y 1965, lo que le valió el sobrenombre de "La Grande Inter". Además contaban en el banquillo con el célebre Helenio Herrera, por aquel entonces el entrenador mejor pagado del mundo. 

El pronóstico era claro: el Inter era el gran favorito porque sus jugadores atesoraban un mayor nivel y experiencia que el bisoño equipo escocés. Además acababan de eliminar al vigente campeón, el Real Madrid. El Celtic, por su parte, tenía una doble motivación: convertirse en el primer equipo británico que ganase la Copa de Europa (hasta ese momento era patrimonio exclusivo de equipos españoles, portugueses e italianos), y ser el primer equipo que hacía un triplete. Además, tenía el plus de que todos sus jugadores eran de Glasgow o de su extrarradio, lo que daba aún mayor empaque a su hazaña.

Sin lugar a dudas era un duelo repleto de contrastes pero al que los escoceses acudieron sin complejos. Por un lado, 15000 hinchas de los bhoys acudieron a la capital portuguesa para alentar a los suyos en aquella histórica final. Jock Stein, en la rueda de prensa previa al partido, desafiaba al catenaccio italiano diciendo que "vamos a atacar como nunca atacamos antes"

Y así fue. El partido comenzó con el once escocés atacando por las bandas con los extremos Lennox y Johnstone, y los italianos esperando su oportunidad replegados atrás. Y esta no tardó en llegar cuando Mazzola adelantó de penalti a los italianos. Los escoceses acusaron el golpe y empezaron a precipitarse en su juego. El Inter tuvo ocasiones para cerrar el partido por medio de varias contras pero no lo hizo. El Celtic llegó vivo al descanso y comenzó la segunda parte redoblando su apuesta ofensiva. 


Fuente: PES miti del Calcio
A medida que pasaban los minutos la superioridad física escocesa comenzaba a ser cada vez más patente. Fruto de este dominio aparecen las primeras fisuras en el muro interista y el lateral Gemmell empataba el partido. El rodillo escocés parece imparable y, a 6 minutos del final, el delantero Chalmers, completaba la remontada. Habían cumplido a rajatabla las instrucciones de Jock Stein justo antes de saltar al campo: "salgan y disfruten". Los italianos acusaron demasiado las bajas de Luis Suárez y Jair da Costa. Acostumbrados a un fútbol conservador y de ganar por la mínima, no supieron contrarrestar el vendaval escocés. 

El partido acabó con una invasión de campo de los hinchas escoceses que, además recibieron a los "leones de Lisboa" como auténticos héroes cuando aterrizaron en Glasgow con la Copa de Europa en sus manos. Años más tarde, en 1970, disputarían de nuevo la final de la Copa de Europa ante el Feyenoord holandés aunque con diferente resultado.

domingo, 17 de febrero de 2019

Un "pájaro" de mucho cuidado

Hablar de Larry Bird es hacerlo de uno de los mejores, si no el mejor, de la historia de la NBA. Su rivalidad con el jugador de Los Ángeles Lakers, Magic Johnson, ya desde la etapa universitaria, contribuiría a revitalizar una NBA muy devaluada hasta entonces por problemas con las drogas, raciales y de violencia. 

Nació en West Baden Springs, un pequeño pueblo de Indiana, estado en el que el baloncesto es una religión. Sus primeros años los pasaría a caballo entre esta localidad y la vecina French Lick, junto a sus cinco hermanos (cuatro chicos y una chica). No tuvo una infancia fácil pues se crió en un ambiente repleto de problemas: económicos, el alcoholismo de su padre, el divorcio de sus padres, el suicidio de su padre... No es de extrañar que Larry pasase temporadas viviendo en casa de sus abuelos y que encontrase en el baloncesto una vía de escape a tantos problemas.


Con toda esta amalgama de circunstancias el joven Larry iba conformando su carácter frío e introvertido, que años más tarde le haría tan famoso. Siempre reconoció que la infancia que tuvo fue una motivación durante sus años de jugador. Y es que, detrás de aquel jugador rubio con pinta de bonachón y al que apodaban "el paleto de French Lick", se escondía un jugador frío, con un tiro letal, con muy mala leche y un auténtico maestro del thrash talking. 

Durante un All Star, antes del concurso de triples, Larry entraba a los vestuarios para cambiarse. Allí se encontraba con el resto de participantes, algunos con mucho mejor porcentaje en tiros de 3 puntos que él durante la liga. Lejos de mostrarse distendido y dispuesto a pensar sólo en el espectáculo que iban a dar, Larry comenzaba a comerle la tostada a sus rivales cuando les preguntaba antes de empezar: ¿Quién de vosotros va a competir por el segundo lugar?. Y por si fuera poco, en la final del concurso, cuando necesitaba encestar el último balón para ganar, justo después de lanzarlo, levantó su brazo en señal de victoria y se dirigió hacia el centro del campo, todo ello antes de que el tiro entrase. 

Después de ganarlo en 3 ocasiones, Larry decidió no volver a presentarse al concurso de triples, pasando a comentarlo por televisión. Sin él, Craig Hodges ganó 3 títulos e igualó su marca. Cuando le dijeron al polémico jugador de los Chicago Bulls que sus títulos llegaron porque no participara Larry, no se le ocurrió otra cosa que cargar contra él y retarlo públicamente: "Si Larry quiere, ya sabe donde puede encontrarme". Larry, ni corto ni perezoso, recogió el guante y humilló a Hodges sin piedad "Sí, sé donde encontrarlo, en el fondo del banquillo de los Bulls" (Hodges era un jugador muy limitado, que sólo destacaba por su tiro de 3 puntos). 

Durante aquellos años, los Boston Celtics tenían una gran rivalidad con los Detroit Pistons. Los Bad Boys de Chuck Daly iban a más y estaban conformando el bloque que años más tarde les darían dos títulos de la NBA. En uno de aquellos partidos, Dennis Rodman recibió instrucciones para hacerle un marcaje individual a Larry. Tenía orden de acompañarlo hasta el vestuario si hiciese falta. Larry, ante un marcaje tan pegajoso y rozando los límites del reglamento, que hubiese sacado del juego a muchos, se lo tomó con humor y se dedicó todo el partido a cascar en alto: "¡Estoy solo!, ¡Eh, pasadme la pelota!". El joven Rodman no entendía nada y era él quien se estaba yendo del partido. Y Larry insistía "¡Estoy solo, rápido, pasármela antes de que se den cuenta de que no me marca nadie!". Y cada balón que le llegaba a Larry conseguía anotar. Lejos de quedarse conforme con eso, Larry cada vez que pasaba por la banda donde se encontraba el banquillo de los Pistons, buscaba a Chuck Daly y le decía: "Hey Chuck, ¿quién me está marcando?", "¿Hay alguien que lo esté haciendo?". "Pon alguien a que me defienda u os meteré 60 puntos".

También existen anécdotas fuera de las canchas, como la ocurrida en el Pub Chelsea de Boston en plenas finales de conferencia contra los Sixers en 1985. Mientras Larry Bird y otros compañeros tomaban algo en el Pub Chelsea, sin saberse los motivos, se organizó una pelea en la que Larry se lesionó su mano derecha tras golpear al camarero. Sus porcentajes en esas series se redujeron hasta un 26 y un 33,3%, muy por debajo de sus números más habituales. Y en las finales de la NBA contra los Lakers, el dedo inflamado de Larry pesó mucho en su rendimiento y su equipo lo notó. Tras perder las finales, un frustrado Larry Bird cargó duramente contra su compañero Cedric Maxwell acusándolo de bajo rendimiento cuando debería de ser una de las piezas básicas por sueldo y experiencia. De su pelea, nadie comentó nada y, a día de hoy, sigue negando que aquella lesión motivada por la pelea influyera negativamente sobre su rendimiento en las finales.