viernes, 12 de abril de 2019

Jock Stein y los leones de Lisboa.

Hablar de fútbol en Escocia es hacerlo de algo más que un deporte. Se dice que los escoceses pueden cambiar de coche, de partido político, incluso pueden divorciarse y cambiar de pareja... pero nunca de equipo de fútbol. Y es que en los dos grandes equipos históricos, el Celtic de Glasgow y el Glasgow Rangers, los salarios y las fichas altas son importantes para muchos de sus jugadores, pero no tanto como los valores que representan. Cuando uno nace como bhoy o como gers, lo es para toda la vida.



Nuestra historia de hoy comienza en Glasgow, la ciudad más industrial y poblada de Escocia. En 1951 el Celtic de Glasgow contrataba para su equipo de reservas a John "Jock" Stein, un central limitado técnicamente pero muy fuerte, disciplinado y aguerrido. Toda su vida había jugado por placer y, quitando su último año jugando para el Llanelli Town galés, nunca había sido profesional. Es más, probablemente nunca hubiese jugado en la Scottish Premier League, de no ser porque durante la II Guerra Mundial la mayoría de los jugadores profesionales de más nivel se habían tenido que alistar en las Fuerzas Armadas Británicas para ir al frente. Ese vacío fue aprovechado por jugadores como Jock Stein, minero de profesión y que habían quedado exentos de alistarse por su rol estratégico en la producción de mineral, para asomar la cabeza en categorías superiores.

La fortuna de nuevo se alía con Jock Stein porque, al poco tiempo de llegar al Celtic, una plaga de lesiones asola a la defensa del primer equipo. Ante la falta de jugadores para ese puesto, el entrenador Jimmy McGrory se ve obligado a tirar del filial y lo hace debutar. A partir de ese momento, Jock Stein se convirtió en un referente dentro y fuera del campo, donde llegó a ser nombrado capitán. Hecho que llamó mucho la atención porque, mientras el Rangers vetaba el acceso a jugadores católicos en sus filas, el Celtic le colocaba el brazalete de capitán a un jugador protestante. 

A pesar de su notable rendimiento, sólo logró ganar una Liga y una Copa con el Celtic en un histórico doblete durante la temporada 1953-54. Temporada en la que el Celtic premió a sus jugadores invitándolos a ir al Mundial de Suiza. Allí la Hungría de los PuskasKocsics y Czibor, conocidos como "los magiares mágicos" fue la sensación del torneo. Deslumbraron al mundo con un fútbol ofensivo, de gran calidad y basado en unas tácticas revolucionarias, como el 4-2-4, nunca vistas hasta entonces. Para Jock Stein, aquel equipo marcó un antes y después en su concepción del fútbol, volviéndose un estudioso de las tácticas magiares y sus posteriores variantes. 

Con 35 años, una lesión crónica le obliga a colgar las botas. Le ofrecen el banquillo del equipo de reservas del Celtic y acepta la oferta. Con él al frente la cantera celtic vive una de las épocas más prolíficas de su historia, formando una base de jugadores jóvenes y de calidad que daría mucho que hablar años más tarde. Tras tres años esperando que le ofreciesen el banquillo del primer equipo del club de sus amores, empieza a pensar que su fe protestante sería un obstáculo demasiado importante como para que le diesen la oportunidad. No en vano, hasta la fecha, el banquillo católico sólo había sido ocupado por entrenadores que profesaban esa fe. Así que, buscando hacer méritos para un día regresar, decide abandonar el Celtic para firmar por el modesto Dunfermline.


Fuente: Dunfermline Athletic
Con los pars despacha cuatro grandes temporadas (1960-1964) en las que lleva a un equipo programado para pelear por no descender a ser campeón de la Copa de Escocia (ganada a su ex-equipo, el Celtic) e incluso a jugar competiciones europeas. El juego alegre, ofensivo y vistoso que desarrolla el Dunfermline no pasa desapercibido. Las ofertas de importantes clubes ingleses y escoceses comienzan a llegar y Jock Stein rechaza una tras otra. Sólo quiere entrenar al Celtic, donde muchos aficionados comienzan a pedir su regreso, y esperará lo que haga falta.

En 1964 firma una temporada con el equivalente del Celtic en Edimburgo: el Hibernians, otro equipo con marcada herencia católica e irlandesa. Los Hibs, uno de los grandes clubes escoceses y con una importante masa social detrás, atravesaban una mala época en la que coqueteaban con el descenso. El equipo necesitaba una revolución y Jock Stein ve en él un trampolín para volver a Glasgow. Reestructuró el equipo a partir de descartes de los grandes equipos escoceses (John McNameeWilly Hamilton...) o de la Premier League inglesa (Pat Quinn). Configuró un sistema de juego en el que sacó el mejor rendimiento visto a cualquiera de los jugadores que tomaban parte en él. Incluso derrotó contundentemente al Real Madrid de los Di StéfanoPuskasAmancioMuller..., pentacampeón europeo, en un partido disputado en Edimburgo durante aquella temporada.

Entre tanto, el Celtic sumaba ya 11 temporadas seguidas sin ganar la liga, mientras que sus archirrivales del Rangers seguían sumando casi la mitad de los títulos en juego. A finales de temporada Jock Stein recibió una importante oferta del Wolverhampton inglés, así que decidió ir a -aparentemente- pedir consejo al presidente del Celtic sobre si debía aceptarla, aunque con la esperanza de que le ofreciese el banquillo católico. Bob Kelly, en primera instancia le ofreció el puesto de entrenador asistente, algo a lo que Jock Stein se negó. Posteriormente volvió a la carga ofreciéndole el puesto de entrenador, pero desempeñando las funciones conjuntamente con Sean Fallon, propuesta que también rechazó. Así que a Bob Kelly no le quedó más remedio que darle plenos poderes a Jock Stein, quien en 1965 se convertiría en el primer entrenador protestante de la historia del Celtic. 

Su periplo con el Celtic viene marcado por sus tácticas revolucionarias y novedosas. Combinó a la perfección las influencias que había tomada de la Hungría del Mundial de 1954, con el carácter indómito y la garra escocesa, plasmándolo en un fútbol ofensivo, dinámico y alegre que fue señal de identidad, y motivo de orgullo, durante muchos años en el conjunto católico. Frases como "La única forma de traer a los aficionados al estadio es hacer que se diviertan. Por tanto, hagámoslo" o "el mejor sitio para defender es el área rival" son toda una declaración de intenciones. 

Además en aquel equipo se reencontró con muchos de los jugadores que hacía años había entrenado en el equipo reserva, por los que apostó decididamente desde el primer día. Con todo ello, las ligas -esquivas durante más de una década- fueron cayendo de la mano de Jock Stein hasta lograr la nada despreciable cantidad de 9 consecutivas. En Europa también cosechan buenos resultados, y el equipo comienza a hacerse un nombre y codearse con la élite europea.

En 1965 alcanzó las semifinales de la extinta Recopa de Europa frente al potente Liverpool inglés. Y de no ser por un polémico arbitraje en Anfield, donde se anuló a 5 minutos para el final un gol legal al celtic Bobby Lennox, por presunto fuera de juego, hubiese jugado la final. Pero sin duda el momento álgido de Jock Stein en los banquillos fue durante la Copa de Europa de 1967. Aquel año alcanzó la final tras ir derrotando a varios campeones europeos sin mayor problema: Nantes, el Zurich dirigido por Kubala, el Duckla Praga... Tan sólo pasó apuros ante la sorprendente Vojvodina de Vujadin Boskov, a la que eliminaron con un gol en los instantes finales



En la final, que aquel año se celebraba en Lisboa, esperaba el todopoderoso Inter de Milán, un equipo que hizo del catenaccio un arte. Los italianos, repletos de figuras como Corso, Mazzola, Jair da Costa o el balón de oro Luis Suárez, pasaban por ser el mejor equipo europeo del momento. No en vano habían hecho doblete, Copa de Europa y Copa Intercontinental, en 1964 y 1965, lo que le valió el sobrenombre de "La Grande Inter". Además contaban en el banquillo con el célebre Helenio Herrera, por aquel entonces el entrenador mejor pagado del mundo. 

El pronóstico era claro: el Inter era el gran favorito porque sus jugadores atesoraban un mayor nivel y experiencia que el bisoño equipo escocés. Además acababan de eliminar al vigente campeón, el Real Madrid. El Celtic, por su parte, tenía una doble motivación: convertirse en el primer equipo británico que ganase la Copa de Europa (hasta ese momento era patrimonio exclusivo de equipos españoles, portugueses e italianos), y ser el primer equipo que hacía un triplete. Además, tenía el plus de que todos sus jugadores eran de Glasgow o de su extrarradio, lo que daba aún mayor empaque a su hazaña.

Sin lugar a dudas era un duelo repleto de contrastes pero al que los escoceses acudieron sin complejos. Por un lado, 15000 hinchas de los bhoys acudieron a la capital portuguesa para alentar a los suyos en aquella histórica final. Jock Stein, en la rueda de prensa previa al partido, desafiaba al catenaccio italiano diciendo que "vamos a atacar como nunca atacamos antes"

Y así fue. El partido comenzó con el once escocés atacando por las bandas con los extremos Lennox y Johnstone, y los italianos esperando su oportunidad replegados atrás. Y esta no tardó en llegar cuando Mazzola adelantó de penalti a los italianos. Los escoceses acusaron el golpe y empezaron a precipitarse en su juego. El Inter tuvo ocasiones para cerrar el partido por medio de varias contras pero no lo hizo. El Celtic llegó vivo al descanso y comenzó la segunda parte redoblando su apuesta ofensiva. 


Fuente: PES miti del Calcio
A medida que pasaban los minutos la superioridad física escocesa comenzaba a ser cada vez más patente. Fruto de este dominio aparecen las primeras fisuras en el muro interista y el lateral Gemmell empataba el partido. El rodillo escocés parece imparable y, a 6 minutos del final, el delantero Chalmers, completaba la remontada. Habían cumplido a rajatabla las instrucciones de Jock Stein justo antes de saltar al campo: "salgan y disfruten". Los italianos acusaron demasiado las bajas de Luis Suárez y Jair da Costa. Acostumbrados a un fútbol conservador y de ganar por la mínima, no supieron contrarrestar el vendaval escocés. 

El partido acabó con una invasión de campo de los hinchas escoceses que, además recibieron a los "leones de Lisboa" como auténticos héroes cuando aterrizaron en Glasgow con la Copa de Europa en sus manos. Años más tarde, en 1970, disputarían de nuevo la final de la Copa de Europa ante el Feyenoord holandés aunque con diferente resultado.