UN VESTUARIO GALÁCTICO
Cuando la dinámica de resultados no es la esperada la prensa enseguida carga las tintas y focaliza la presión sobre los hombros del entrenador y su equipo de ayudantes. En muchas ocasiones seguro que tienen gran parte de la culpa por sus planteamientos tácticos y/o la metodología empleada. Pero también es cierto que, en no pocas ocasiones, son los propios jugadores los que desafían al entrenador y, de alguna manera, "fuerzan" la situación. Vamos, lo que toda la vida se llamó hacer la cama.
El Real Madrid es un club que en los últimos años ha experimentado este tipo de situaciones. En la temporada 2004-2005 retornaba al club Jose Antonio Camacho, tras cinco años al frente de la selección española. Jugador de la casa, de raza y caracter, el día de su presentación decía que "vuelvo a mi casa" y "quiero un Real Madrid imparable".
Sin embargo, aquellas cosas quedaron en eso, en palabras. Un vestuario repleto de estrellas, con varios balones de oro y excesivamente contemplados por su presidente, chocó con la forma de ver el fútbol y los valores que pretendía implantar Camacho. Así, en el primer partido de la fase de grupos de la Champions League, estalló todo. Camacho sentó a Figo y Ronaldo en el 58, cuando ya el equipo perdía 3-0 ante el Bayer Leverkausen alemán.
Con el barco en llamas, a los tres días visitaban al Espanyol en el estadio olímpico Lluis Companys. Camacho deja en el banquillo a Raul (que ese día ni jugó) y a Bechkam. Mientras daba la alineación alguno se reía, a lo que Camacho les soltó "ahora id a hablar con vuestros amiguitos de la prensa". Tras acabar el partido, Camacho dimitía.
Mientras Florentino Pérez sacaba la cara por los jugadores alabando su profesionalidad y sacrificio, Camacho se despedía como un caballero y sin airear los trapos sucios del vestuario. "El rendimiento del equipo no es el adecuado y, estando yo, no va a mejorarlo, por eso he decidido marcharme(...). Tengo una manera de ser, de entrenar y de jugar, y no he visto esa proyección en el terreno de juego".
Años más tarde, durante la temporada 2015-16 llegaba al vestuario del Bernabeu otro entrenador con ADN madridista: Rafa Benítez. En una de sus primeras ruedas de prensa, Benitez afirma que "Cristiano Ronaldo no es el mejor jugador al que yo haya entrenado" y, por si fuera poco, viaja hasta Gales para entrevistarse con Bale. Los capitanes y el jugador portugués, víctimas de los celos, montaron en cólera. Y por si fuera poco, a Cristiano Ronaldo lo desplaza inicialmente de su posición para colocar ahí al galés. Las quejas del portugués no tardaron en llegar: criticas a su sistema de juego encorsetado, no invita a Benítez a la presentación de su documental, constantes desplantes en los partidos y entrenamientos, declaraciones polémicas a la prensa...
Además Benitez sentencia a varios jugadores (James, Jesé e Isco) por diversos motivos: poca actitud y profesionalidad los dos primeros, y por chocar con el último tras unas declaraciones. Se le criticaba por apostar por jugadores mucho menos mediáticos pero mucho más solidarios y comprometidos, como Casemiro o Lucas Vázquez, en lugar de los citados.
Uno de los ayudantes de Rafa Benítez, Antonio Gómez, asegura que "los jugadores no hacían caso al entrenador, pero no de ahora, sino desde la primera jornada de liga cuando empatamos con el Sporting 0-0. Mientras Rafa hablaba y daba instrucciones en el vestuario, algunos jugadores miraban hacia abajo, se tocaban el codo y se reían...algo que yo no había visto jamás".
Con semejante panorama, la situación estaba muy clara. Se repetía la misma historia de Camacho. Destitución, palmadita a los jugadores y patada al entrenador.