jueves, 23 de noviembre de 2023

El triunfo de la inteligencia


En el año 1952, los Juegos Olímpicos de verano llegaban a Helsinki (Finlandia). Aquel evento deportivo que el noble francés Pierre de Coubertain había conseguido resucitar, casi medio siglo antes, proseguía su crecimiento imparable edición tras edición. Una de las grandes novedades en aquel momento fue que la Unión Soviética, hasta entonces poco dada a participar en estas competiciones por el papel que ocupaba inicialmente el deporte en su programa ideológico, se presentaba por primera vez a unos Juegos Olímpicos. En la antesala de los que se conocería como la "guerra fría", la creciente rivalidad del bloque comunista, de la que era el germen y estandarte, con el bloque capitalista, encabezado por los Estados Unidos, sería llevada a todos los campos, incluido el deportivo. 

No se escatimaron gastos. La repercusión mediática de los Juegos Olímpicos ya no era un secreto y ganar al enemigo capitalista se convirtió en una obligación más que en una prioridad. El gobierno soviético pone al servicio de todos los países comunistas de su entorno una amplia variedad de medios (científicos, técnicos, médicos...) para que sus mejores atletas acudan a una concentración en Kiev y allí afinen su puesta a punto. Unos meses antes de la competición, varias delegaciones de países comunistas acuden a la concentración con la esperanza de poder competir en las mejores condiciones. Allí se encuentran con que van a trabajar con profesionales muy cualificados y a la vanguardia en campos tan variados como los sistemas de entrenamiento, la biomecánica, o la medicina del deporte. De entre todos los avances destacaba una innovadora plataforma que medía el impulso de la pisada de los atletas durante la carrera. Un dato muy valioso y que, junto a la frecuencia de la zancada, son claves en el rendimiento del corredor de élite. 

Checoslovaquia, controlada por entonces por el gobierno soviético, envió a sus mejores atletas a esa concentración para que pudieran beneficiarse de esos revolucionarios avances en las ciencias del deporte que tan bien les habían vendido los soviéticos. Entre ellos, estaba un tal Emil Zatopek, que por entonces era el plusmarquista mundial de los 5.000 metros. Había mucha expectación en conocer los resultados del atleta checoslovaco en aquellos innovadores test sobre la pisada. El resultado, que a día de hoy sigue sin publicarse, fue desconcertante. De entre más de doscientos atletas testados, el peor impulso de pisada correspondía a Emil Zatopek. Aquel resultado cayó como un jarro de agua fría sobre los científicos y el propio Emil. Por si hubiese ocurrido algún tipo de error en el protocolo o en la medición se repitió y revisó la medición. Quiso contentar a los científicos y realizó el mayor impulso posible. El resultado fue el mismo.

Sin embargo Emil, no se vino abajo. Era consciente de que para el atletismo tenía menos condiciones naturales que la mayoría de sus rivales. Pero también era verdad que su infancia no había sido precisamente un jardín de flores. De pequeño había sufrido el desprecio de sus compañeros, que se metían con él por su voz de pito, su complexión extremadamente delgada y enclenque, y hasta le confundían con una niña más pequeña. Tampoco encontró mucho apoyo en su familia. Pero era una persona muy inteligente. Tanto que su mejor arma fue la observación, convirtiéndose en todo un autodidacta. Pasó horas observando a los mejores entrenadores de la época, preguntándose y cuestionando si cuando se pensaba que las cosas se estaban haciendo bien, en realidad no se estaban haciendo mal. Perfeccionó un nuevo sistema de entrenamiento, el interval training, que terminó para siempre con el dominio de los corredores nórdicos, hasta aquel momento intratables en las pruebas de resistencia en pista.

Dos meses más tarde, se celebraban los Juegos olímpicos de Helsinki. participaron 5870 deportistas de 69 países y pasaron a la historia como los juegos de Emil Zatopek. Aquel corredor, al que una máquina le había rebajado su estatus, ganaba el oro en el 5.000 m, el 10.000 m y la maratón. Nunca nadie más volvería ha hacerlo

jueves, 2 de mayo de 2019

Sangre y hielo

Aunque el deporte haya nacido y crecido en torno a una serie de valores positivos, muchas veces es más lo que nos venden que lo que hay en sí, ya que estos brillan por su ausencia. Este es el caso de nuestra historia de hoy, una historia que conmocionó y mantuvo en vilo a todo Estados Unidos, y que incluso disparó los niveles de audiencia de los Juegos Olímpicos de Invierno en Lillehammer (Noruega) en 1994 a cotas insospechadas hasta la fecha.

A principios de los 90, Estados Unidos tenía un puñado de buenas patinadoras artísticas que aspiraban a defender su país en las competiciones internacionales. Era la época de la disgregación de la Unión Soviética y de la unificación de las dos Alemanias, grandes rivales de las estadounidenses por aquel entonces. Todos sabían que las medallas eran mucho más asequibles que de costumbre y nadie quería dejar pasar la oportunidad de colgarse una. 


Foto: Willamette Week
Tonya Harding era una joven a la que la vida no le había tratado bien. Creció en un ambiente familiar totalmente desestructurado, en donde el maltrato físico y psíquico por parte de una madre obsesiva fue una constante a lo largo de su vida. Pese a que no cumplía los cánones estéticos de la mayoría de las patinadoras (era baja, musculosa y poco agraciada físicamente), comenzó a destacar en el patinaje porque "para Tonya era su billete para huir del fango", tal y como recuerda su entrenadora Diane Rawlinson. Quizás influenciada por sus circunstancias personales, destacaba más en las figuras libres, cuando tocaba improvisar, que en las figuras obligatorias, donde no se mostraba tan cómoda sujeta a unos patrones cerrados. 



Nancy Kerrigan era todo lo opuesto a Tonya Harding. Había crecido en el seno de una familia de ascendencia irlandesa y alemana, en donde los padres se volcaron con ella y su afición por el patinaje (su padre llegó a acumular hasta tres trabajos simultáneos para costear los gastos familiares y los del patinaje de Nancy). Su belleza natural, la elegancia en sus actuaciones y la sonrisa permanente que mostraba, sirvieron para que los anunciantes (Revlon, Reebok, Campbell Soap...) se peleasen por contratarla como reclamo publicitario. Incluso el diseño de sus trajes corría a cargo de una famosa marca de vestidos de novia.

La primera en destacar fue Tonya Harding, cuando en 1991 llega a la élite del patinaje artístico mundial tras ejecutar un triple axel (un salto con tres giros y medio en el aire, 1260º, considerado el más dificil de todos) durante el campeonato de Estados Unidos. Volvería a repetirlo en los Campeonatos del Mundo, pasando a ser la primera norteamericana que lo ejecutaba en dicho evento. Sin embargo, aquello no le sirvió para ganar el oro. En un deporte en el que la apariencia es tan importante como la capacidad para mantenerse erguida sobre unas cuchillas, las habilidades atléticas de Tonya pesaron menos que su tosca apariencia, su flequillo despeinado y sus trajes de elaboración casera. Muy a su pesar, tuvo que conformarse con la plata, mientras que el oro se iba a su compatriota Kristi Yamaguchi, a la que había superado sin problemas unas semanas antes en los campeonatos nacionales.

La tercera en ese Campeonato del Mundo fue, la hasta entonces desconocida, Nancy Kerrigan. Grácil, esbelta, estilosa... era la perfecta antítesis de la fuerza y el nervio de Tonya Harding. Tanto que Tonya empieza a obsesionarse con Nancy, llegando a afirmar que "Nancy era una princesa y yo era un montón de mierda". Los aficionados al patinaje artístico se dividían entre los partidarios de una y otra, sin dejar a nadie indiferente.

Foto: Biography.com
La obsesión va a mayores en 1992 cuando Nancy comienza a superar a Tonya en los campeonatos: primeros en los nacionales, luego en los Juegos olímpicos de Albertville 1992 en los que le priva de la medalla de bronce... En 1993 Nancy Kerrigan ya es todo un icono mundial. No es sólo un potente reclamo publicitario, ni la imagen que la Asociación de Patinaje Artístico de Estados Unidos proyecta orgullosa a los más jóvenes, ahora también es la mejor patinadora del momento. Y eso es algo que Tonya Harding no soporta. 

En 6 de Enero de 1994 tiene lugar un hecho conmociona a todo Estados Unidos. A la salida del entrenamiento, Nancy Kerrigan es agredida por un encapuchado, que rápidamente se dio a la fuga, con la intención de causarle una lesión en sus piernas. Los llantos de Nancy, mientras su padre la llevaba en brazos, recorrieron las televisiones de medio mundo. "¿Por qué?, ¿Por qué yo?", gritaba angustiada. Quedaban tan sólo 5 semanas para los Juegos Olímpicos y todo presagiaba que no iba a llegar a tiempo de recuperarse.



Las autoridades norteamericanas abrieron una investigación y no tardaron en detener al agresor encapuchado. Se trataba de Shane Sant, un personaje sin escrúpulos y con antecedentes policiales por diversas actividades delictivas. Tirando del hilo, descubrieron que el agresor había sido contratado por Jeff Gillooly, el marido de Tonya Harding, y a un amigo suyo. El acuerdo consistía en cortarle el talón de Aquiles a Nancy, para que no pudiera ir a la cita olímpica. Tonya y su marido pensaban que de esta manera asegurarían su participación en las olimpiadas y, una vez allí, convertida en figura mundial, se llenarían los bolsillos con millones de dólares. 

Aquel siniestro plan no era más que un plagio del que empleó un fanático seguidor de la tenista alemana Steffi Graff, que no dudó en acuchillar en medio de un torneo a la serbia Mónica Seles para que su idolatrada tenista recuperase en nº1 mundial. Pero no salió como esperaban. Primero porque el agresor, en lugar de cortarle el talón de Aquiles, sólo le golpeó en su rodilla derecha. Y después porque los agresores demostraron ser unos auténticos aficionados, ya que nos sólo dejaron mil pistas sino que encima se dedicaron a alardear de su hazaña entre sus conocidos. Y como ya se sabe, la policía no es tonta y no tardó mucho en dar con ellos. 

Tonya Harding negó estar implicada en todo este escándalo. Y, aunque la policía encontró documentos con pruebas caligráficas que la implicaban en el diseño del plan, ella -a día de hoy- sigue negándolo. Tan sólo admite su culpabilidad en el hecho de no informar a la policía de cosas que había oído hablar a su marido, y por obstaculizar la investigación al intentar encubrirlo.

En medio de todo este huracán mediático y judicial, ambas acudieron a los Juegos Olímpicos de Lillehammer 1994 un mes después. Allí Nancy, pese a no haber podido entrenar prácticamente nada desde la agresión, logra hacerse con la plata. Tonya, lejos de las medallas, se tuvo que conformar con una octava posición, que además se vio acompañada por constantes abucheos del público asistente. Aquella retransmisión alcanzó unos índices de audiencia de los más altos en la historia de la televisión estadounidense. 

Tras acabar los Juegos, Nancy decidió colgar los patines y, con ellos también dejó atrás su imagen de chica modesta, risueña y perfecta que proyectó tanto tiempo. Su -hasta entonces desconocido- carácter déspota y arrogante le jugaría más de una mala pasada, como en un acto con la multinacional Disney, en donde con los micrófonos en abierto quedó en evidencia. Se casó con su manager, 16 años mayor que ella, tras varios años de relaciones a escondidas mientras él estaba casado con otra mujer. Actualmente sigue vinculada al deporte actuando en exhibiciones y como comentarista de competiciones en la televisión. Afirma no haberse olvidado de aquel incidente y dice seguir esperando las disculpas de Tonya. 





Por su parte, Tonya Harding fue expulsada de la Asociación de Patinaje Artístico de Estados Unidos nada más terminar los Juegos Olímpicos. Y, como fue considerada persona non grata en el mundo del patinaje, decidió pasarse al boxeo, en donde tuvo un paso efímero, al igual que en la industria del cine para adultos. Este año fue noticia porque su vida fue llevada al cine a través de la película "I, Harding". En ella, se muestra como la violencia y los abusos que afirma haber sufrido en su infancia y en su juventud, primero a través de su madre y luego por su marido, le marcaron su carácter. Al final, resultó ser que ni la buena era tan buena, ni la mala era tan mala.

Lo más curioso del caso, es que hubo una tercera protagonista que también salió perjudicada de todo esto: Michelle Kwan. Con tan sólo 13 años había obtenido el 2º puesto en los Campeonatos Nacionales, lo que le clasificaba directamente para la olimpiadas de 1994 junto a Tonya Harding. Sin embargo, la Federación norteamericana decidió que su plaza la ocupase Nancy Kerrigan, que no pudo participar al estar reponiéndose de las lesiones causadas por su agresor. Kwan, posteriormente ganaría 5 mundiales y 2 medallas olímpicas, que podrían haber sido más de no haber sido apeada injustamente de aquella olimpiada. 

viernes, 12 de abril de 2019

Jock Stein y los leones de Lisboa.

Hablar de fútbol en Escocia es hacerlo de algo más que un deporte. Se dice que los escoceses pueden cambiar de coche, de partido político, incluso pueden divorciarse y cambiar de pareja... pero nunca de equipo de fútbol. Y es que en los dos grandes equipos históricos, el Celtic de Glasgow y el Glasgow Rangers, los salarios y las fichas altas son importantes para muchos de sus jugadores, pero no tanto como los valores que representan. Cuando uno nace como bhoy o como gers, lo es para toda la vida.



Nuestra historia de hoy comienza en Glasgow, la ciudad más industrial y poblada de Escocia. En 1951 el Celtic de Glasgow contrataba para su equipo de reservas a John "Jock" Stein, un central limitado técnicamente pero muy fuerte, disciplinado y aguerrido. Toda su vida había jugado por placer y, quitando su último año jugando para el Llanelli Town galés, nunca había sido profesional. Es más, probablemente nunca hubiese jugado en la Scottish Premier League, de no ser porque durante la II Guerra Mundial la mayoría de los jugadores profesionales de más nivel se habían tenido que alistar en las Fuerzas Armadas Británicas para ir al frente. Ese vacío fue aprovechado por jugadores como Jock Stein, minero de profesión y que habían quedado exentos de alistarse por su rol estratégico en la producción de mineral, para asomar la cabeza en categorías superiores.

La fortuna de nuevo se alía con Jock Stein porque, al poco tiempo de llegar al Celtic, una plaga de lesiones asola a la defensa del primer equipo. Ante la falta de jugadores para ese puesto, el entrenador Jimmy McGrory se ve obligado a tirar del filial y lo hace debutar. A partir de ese momento, Jock Stein se convirtió en un referente dentro y fuera del campo, donde llegó a ser nombrado capitán. Hecho que llamó mucho la atención porque, mientras el Rangers vetaba el acceso a jugadores católicos en sus filas, el Celtic le colocaba el brazalete de capitán a un jugador protestante. 

A pesar de su notable rendimiento, sólo logró ganar una Liga y una Copa con el Celtic en un histórico doblete durante la temporada 1953-54. Temporada en la que el Celtic premió a sus jugadores invitándolos a ir al Mundial de Suiza. Allí la Hungría de los PuskasKocsics y Czibor, conocidos como "los magiares mágicos" fue la sensación del torneo. Deslumbraron al mundo con un fútbol ofensivo, de gran calidad y basado en unas tácticas revolucionarias, como el 4-2-4, nunca vistas hasta entonces. Para Jock Stein, aquel equipo marcó un antes y después en su concepción del fútbol, volviéndose un estudioso de las tácticas magiares y sus posteriores variantes. 

Con 35 años, una lesión crónica le obliga a colgar las botas. Le ofrecen el banquillo del equipo de reservas del Celtic y acepta la oferta. Con él al frente la cantera celtic vive una de las épocas más prolíficas de su historia, formando una base de jugadores jóvenes y de calidad que daría mucho que hablar años más tarde. Tras tres años esperando que le ofreciesen el banquillo del primer equipo del club de sus amores, empieza a pensar que su fe protestante sería un obstáculo demasiado importante como para que le diesen la oportunidad. No en vano, hasta la fecha, el banquillo católico sólo había sido ocupado por entrenadores que profesaban esa fe. Así que, buscando hacer méritos para un día regresar, decide abandonar el Celtic para firmar por el modesto Dunfermline.


Fuente: Dunfermline Athletic
Con los pars despacha cuatro grandes temporadas (1960-1964) en las que lleva a un equipo programado para pelear por no descender a ser campeón de la Copa de Escocia (ganada a su ex-equipo, el Celtic) e incluso a jugar competiciones europeas. El juego alegre, ofensivo y vistoso que desarrolla el Dunfermline no pasa desapercibido. Las ofertas de importantes clubes ingleses y escoceses comienzan a llegar y Jock Stein rechaza una tras otra. Sólo quiere entrenar al Celtic, donde muchos aficionados comienzan a pedir su regreso, y esperará lo que haga falta.

En 1964 firma una temporada con el equivalente del Celtic en Edimburgo: el Hibernians, otro equipo con marcada herencia católica e irlandesa. Los Hibs, uno de los grandes clubes escoceses y con una importante masa social detrás, atravesaban una mala época en la que coqueteaban con el descenso. El equipo necesitaba una revolución y Jock Stein ve en él un trampolín para volver a Glasgow. Reestructuró el equipo a partir de descartes de los grandes equipos escoceses (John McNameeWilly Hamilton...) o de la Premier League inglesa (Pat Quinn). Configuró un sistema de juego en el que sacó el mejor rendimiento visto a cualquiera de los jugadores que tomaban parte en él. Incluso derrotó contundentemente al Real Madrid de los Di StéfanoPuskasAmancioMuller..., pentacampeón europeo, en un partido disputado en Edimburgo durante aquella temporada.

Entre tanto, el Celtic sumaba ya 11 temporadas seguidas sin ganar la liga, mientras que sus archirrivales del Rangers seguían sumando casi la mitad de los títulos en juego. A finales de temporada Jock Stein recibió una importante oferta del Wolverhampton inglés, así que decidió ir a -aparentemente- pedir consejo al presidente del Celtic sobre si debía aceptarla, aunque con la esperanza de que le ofreciese el banquillo católico. Bob Kelly, en primera instancia le ofreció el puesto de entrenador asistente, algo a lo que Jock Stein se negó. Posteriormente volvió a la carga ofreciéndole el puesto de entrenador, pero desempeñando las funciones conjuntamente con Sean Fallon, propuesta que también rechazó. Así que a Bob Kelly no le quedó más remedio que darle plenos poderes a Jock Stein, quien en 1965 se convertiría en el primer entrenador protestante de la historia del Celtic. 

Su periplo con el Celtic viene marcado por sus tácticas revolucionarias y novedosas. Combinó a la perfección las influencias que había tomada de la Hungría del Mundial de 1954, con el carácter indómito y la garra escocesa, plasmándolo en un fútbol ofensivo, dinámico y alegre que fue señal de identidad, y motivo de orgullo, durante muchos años en el conjunto católico. Frases como "La única forma de traer a los aficionados al estadio es hacer que se diviertan. Por tanto, hagámoslo" o "el mejor sitio para defender es el área rival" son toda una declaración de intenciones. 

Además en aquel equipo se reencontró con muchos de los jugadores que hacía años había entrenado en el equipo reserva, por los que apostó decididamente desde el primer día. Con todo ello, las ligas -esquivas durante más de una década- fueron cayendo de la mano de Jock Stein hasta lograr la nada despreciable cantidad de 9 consecutivas. En Europa también cosechan buenos resultados, y el equipo comienza a hacerse un nombre y codearse con la élite europea.

En 1965 alcanzó las semifinales de la extinta Recopa de Europa frente al potente Liverpool inglés. Y de no ser por un polémico arbitraje en Anfield, donde se anuló a 5 minutos para el final un gol legal al celtic Bobby Lennox, por presunto fuera de juego, hubiese jugado la final. Pero sin duda el momento álgido de Jock Stein en los banquillos fue durante la Copa de Europa de 1967. Aquel año alcanzó la final tras ir derrotando a varios campeones europeos sin mayor problema: Nantes, el Zurich dirigido por Kubala, el Duckla Praga... Tan sólo pasó apuros ante la sorprendente Vojvodina de Vujadin Boskov, a la que eliminaron con un gol en los instantes finales



En la final, que aquel año se celebraba en Lisboa, esperaba el todopoderoso Inter de Milán, un equipo que hizo del catenaccio un arte. Los italianos, repletos de figuras como Corso, Mazzola, Jair da Costa o el balón de oro Luis Suárez, pasaban por ser el mejor equipo europeo del momento. No en vano habían hecho doblete, Copa de Europa y Copa Intercontinental, en 1964 y 1965, lo que le valió el sobrenombre de "La Grande Inter". Además contaban en el banquillo con el célebre Helenio Herrera, por aquel entonces el entrenador mejor pagado del mundo. 

El pronóstico era claro: el Inter era el gran favorito porque sus jugadores atesoraban un mayor nivel y experiencia que el bisoño equipo escocés. Además acababan de eliminar al vigente campeón, el Real Madrid. El Celtic, por su parte, tenía una doble motivación: convertirse en el primer equipo británico que ganase la Copa de Europa (hasta ese momento era patrimonio exclusivo de equipos españoles, portugueses e italianos), y ser el primer equipo que hacía un triplete. Además, tenía el plus de que todos sus jugadores eran de Glasgow o de su extrarradio, lo que daba aún mayor empaque a su hazaña.

Sin lugar a dudas era un duelo repleto de contrastes pero al que los escoceses acudieron sin complejos. Por un lado, 15000 hinchas de los bhoys acudieron a la capital portuguesa para alentar a los suyos en aquella histórica final. Jock Stein, en la rueda de prensa previa al partido, desafiaba al catenaccio italiano diciendo que "vamos a atacar como nunca atacamos antes"

Y así fue. El partido comenzó con el once escocés atacando por las bandas con los extremos Lennox y Johnstone, y los italianos esperando su oportunidad replegados atrás. Y esta no tardó en llegar cuando Mazzola adelantó de penalti a los italianos. Los escoceses acusaron el golpe y empezaron a precipitarse en su juego. El Inter tuvo ocasiones para cerrar el partido por medio de varias contras pero no lo hizo. El Celtic llegó vivo al descanso y comenzó la segunda parte redoblando su apuesta ofensiva. 


Fuente: PES miti del Calcio
A medida que pasaban los minutos la superioridad física escocesa comenzaba a ser cada vez más patente. Fruto de este dominio aparecen las primeras fisuras en el muro interista y el lateral Gemmell empataba el partido. El rodillo escocés parece imparable y, a 6 minutos del final, el delantero Chalmers, completaba la remontada. Habían cumplido a rajatabla las instrucciones de Jock Stein justo antes de saltar al campo: "salgan y disfruten". Los italianos acusaron demasiado las bajas de Luis Suárez y Jair da Costa. Acostumbrados a un fútbol conservador y de ganar por la mínima, no supieron contrarrestar el vendaval escocés. 

El partido acabó con una invasión de campo de los hinchas escoceses que, además recibieron a los "leones de Lisboa" como auténticos héroes cuando aterrizaron en Glasgow con la Copa de Europa en sus manos. Años más tarde, en 1970, disputarían de nuevo la final de la Copa de Europa ante el Feyenoord holandés aunque con diferente resultado.

domingo, 17 de febrero de 2019

Un "pájaro" de mucho cuidado

Hablar de Larry Bird es hacerlo de uno de los mejores, si no el mejor, de la historia de la NBA. Su rivalidad con el jugador de Los Ángeles Lakers, Magic Johnson, ya desde la etapa universitaria, contribuiría a revitalizar una NBA muy devaluada hasta entonces por problemas con las drogas, raciales y de violencia. 

Nació en West Baden Springs, un pequeño pueblo de Indiana, estado en el que el baloncesto es una religión. Sus primeros años los pasaría a caballo entre esta localidad y la vecina French Lick, junto a sus cinco hermanos (cuatro chicos y una chica). No tuvo una infancia fácil pues se crió en un ambiente repleto de problemas: económicos, el alcoholismo de su padre, el divorcio de sus padres, el suicidio de su padre... No es de extrañar que Larry pasase temporadas viviendo en casa de sus abuelos y que encontrase en el baloncesto una vía de escape a tantos problemas.


Con toda esta amalgama de circunstancias el joven Larry iba conformando su carácter frío e introvertido, que años más tarde le haría tan famoso. Siempre reconoció que la infancia que tuvo fue una motivación durante sus años de jugador. Y es que, detrás de aquel jugador rubio con pinta de bonachón y al que apodaban "el paleto de French Lick", se escondía un jugador frío, con un tiro letal, con muy mala leche y un auténtico maestro del thrash talking. 

Durante un All Star, antes del concurso de triples, Larry entraba a los vestuarios para cambiarse. Allí se encontraba con el resto de participantes, algunos con mucho mejor porcentaje en tiros de 3 puntos que él durante la liga. Lejos de mostrarse distendido y dispuesto a pensar sólo en el espectáculo que iban a dar, Larry comenzaba a comerle la tostada a sus rivales cuando les preguntaba antes de empezar: ¿Quién de vosotros va a competir por el segundo lugar?. Y por si fuera poco, en la final del concurso, cuando necesitaba encestar el último balón para ganar, justo después de lanzarlo, levantó su brazo en señal de victoria y se dirigió hacia el centro del campo, todo ello antes de que el tiro entrase. 

Después de ganarlo en 3 ocasiones, Larry decidió no volver a presentarse al concurso de triples, pasando a comentarlo por televisión. Sin él, Craig Hodges ganó 3 títulos e igualó su marca. Cuando le dijeron al polémico jugador de los Chicago Bulls que sus títulos llegaron porque no participara Larry, no se le ocurrió otra cosa que cargar contra él y retarlo públicamente: "Si Larry quiere, ya sabe donde puede encontrarme". Larry, ni corto ni perezoso, recogió el guante y humilló a Hodges sin piedad "Sí, sé donde encontrarlo, en el fondo del banquillo de los Bulls" (Hodges era un jugador muy limitado, que sólo destacaba por su tiro de 3 puntos). 

Durante aquellos años, los Boston Celtics tenían una gran rivalidad con los Detroit Pistons. Los Bad Boys de Chuck Daly iban a más y estaban conformando el bloque que años más tarde les darían dos títulos de la NBA. En uno de aquellos partidos, Dennis Rodman recibió instrucciones para hacerle un marcaje individual a Larry. Tenía orden de acompañarlo hasta el vestuario si hiciese falta. Larry, ante un marcaje tan pegajoso y rozando los límites del reglamento, que hubiese sacado del juego a muchos, se lo tomó con humor y se dedicó todo el partido a cascar en alto: "¡Estoy solo!, ¡Eh, pasadme la pelota!". El joven Rodman no entendía nada y era él quien se estaba yendo del partido. Y Larry insistía "¡Estoy solo, rápido, pasármela antes de que se den cuenta de que no me marca nadie!". Y cada balón que le llegaba a Larry conseguía anotar. Lejos de quedarse conforme con eso, Larry cada vez que pasaba por la banda donde se encontraba el banquillo de los Pistons, buscaba a Chuck Daly y le decía: "Hey Chuck, ¿quién me está marcando?", "¿Hay alguien que lo esté haciendo?". "Pon alguien a que me defienda u os meteré 60 puntos".

También existen anécdotas fuera de las canchas, como la ocurrida en el Pub Chelsea de Boston en plenas finales de conferencia contra los Sixers en 1985. Mientras Larry Bird y otros compañeros tomaban algo en el Pub Chelsea, sin saberse los motivos, se organizó una pelea en la que Larry se lesionó su mano derecha tras golpear al camarero. Sus porcentajes en esas series se redujeron hasta un 26 y un 33,3%, muy por debajo de sus números más habituales. Y en las finales de la NBA contra los Lakers, el dedo inflamado de Larry pesó mucho en su rendimiento y su equipo lo notó. Tras perder las finales, un frustrado Larry Bird cargó duramente contra su compañero Cedric Maxwell acusándolo de bajo rendimiento cuando debería de ser una de las piezas básicas por sueldo y experiencia. De su pelea, nadie comentó nada y, a día de hoy, sigue negando que aquella lesión motivada por la pelea influyera negativamente sobre su rendimiento en las finales.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

El ingeniero que revolucionó el salto

En el año 1968, México se convertía en la primera ciudad hispanoaméricana -y de habla hispana- que albergaba unos Juegos Olímpicos. Lo que parecía que iba a ser una edición más, pasaría a la historia como una de las más espectaculares de todos los tiempos, gracias a las marcas logradas: se rompió la barrera de los 10 segundos en los 100 metros lisos, se destrozó el récord de salto de longitud con un récord olímpico que aún perdura... y todo ello después de pasar los primeros controles antidopajes de la historia. Pero, si algo marcó estos juegos, fue la exhibición de Dick Fosbury, quien marcó un antes y un después en las pruebas de salto de altura.

Desde muy pequeño fue un amante del deporte, quizás por mera afición o tal vez porque en él encontró un medio con el que reprimir ciertos sentimientos de una infancia un tanto traumática (perdió en un accidente un hermano al que estaba muy unido, y sus padres tuvieron un divorcio nada amistoso). No le hacía ascos a ninguna modalidad deportiva y, aunque le encantaba el baloncesto, terminó decantándose por el salto de altura.



Por aquel entonces se empleaban únicamente técnicas muy naturales, como el rodillo ventral, el rodillo occidental o el estilo tijera. Estaban tan extendidas y aceptadas entre los atletas de la época que, ni se cuestionaban ni se barajaban alternativas. Hasta que un día, con tan sólo 15 años, y ante la desesperación de no verse competente ni con la tijera ni con los rodillos, Dick Fosbury decide replantearse la técnica de salto para minimizar sus carencias frente a sus rivales..

Amparándose en sus estudios universitarios de ingeniería civil, desgranó y le dio cien mil vueltas a la biomecánica para desarrollar una nueva técnica en la que se saltaba de espaldas. "Cuando estamos desesperados, a veces es cuando nuestra imaginación empieza a funcionar y encontramos soluciones que de otra forma ni siquiera habríamos soñado" reconoce Fosbury. Sus entrenadores intentaron que desistiera en su empeño y que adoptase las técnicas tradicionales aunque finalmente, debido a su empeño, le dieron el visto bueno. 

Aprovechó sus estudios de ingeniería civil para aplicarlos al cuerpo humano y diseñar un nuevo modelo biomecánico en el que se saltaba de espaldas, dejando menos espacio entre el centro de gravedad del saltador y el listón a superar. Aún así, recuerda que "todos se reían de mí, considerándome un chiflado y un friky por salirme de las normas establecidas". 



Su irrupción en la alta competición fue tan rápida como fugaz. Comenzó con su instituto con un subcampeonato estatal tras un salto de 1,96 m. Continuó con dos títulos Universitarios consecutivos, donde ya alcanzó los 2,20 m. Y, finalmente, se hizo con el oro en los Juegos Olímpicos de México 1968, alcanzando 2,24 m, nuevo récord olímpico. Tan sólo le quedó la espina de no haber superado por 4 cm. el récord del mundo que por entonces ostentaba el soviético Brúmel.

El nuevo estilo, rápidamente bautizado como Fosbury, fue adoptado paulatinamente por sus rivales, aunque también hubo un pequeño número de escépticos que siguieron negando su eficacia. Con ello, Dick Fosbury perdió la gran ventaja que le suponía ser el único usuario de la nueva técnica y volvió a ser un saltador del montón. Es más, ni logró clasificarse para los siguientes Juegos Olímpicos de Munich 1972 pese a tener sólo 25 años, edad en la que la mayoría de los saltadores están comenzando su etapa de plenitud.

Tras ese varapalo, se retiró. Aún así, siempre será recordado porque, sin ser el mejor dotado físicamente de su época, fue capaz de desarrollar una técnica innovadora que aún perdura en nuestros días y que cambió para siempre la prueba del salto de altura. Y a él, a titulo personal, siempre le quedará la satisfacción de "la popularidad actual es un premio maravilloso a cuanto tuve que aguantar al principio con un estilo que no gustaba a nadie. Sólo cuando gané en México pasé a la categoría de héroe".



lunes, 12 de noviembre de 2018

La madre que quiso seguir siendo gimnasta

Durante muchas décadas la gimnasia artística estuvo marcada por el mito de que sus exigentes demandas físicas y técnicas sólo podían ser cubiertas por jóvenes deportistas.  Durante todo este tiempo lo más habitual era ver competir a jóvenes adolescentes con cuerpos de niña que, entradas en la veintena comenzaban a retirarse. 


Oksana Chusovitina fue una de ellas. Nacida en 1975 en Bujaná (Uzbekistán) dentro de lo que era entonces la Unión Soviética, pronto comenzó a destacar por sus habilidades gimnásticas. Con tan sólo 7 años llamó la atención de las autoridades soviéticas y fue reclutada para sus escuelas deportivas. Con 13 ya era campeona junior de la Unión Soviética y se estrenaba en un torneo internacional con la selección. Y con 16 ya estaba al frente del combinado soviético en los Campeonatos del Mundo absolutos, en donde conseguiría 2 oros y 1 plata.

La disgregación de la Unión Soviética en varias repúblicas independientes en 1992, supuso que acudiera a sus primeros Juegos Olímpicos, los de Barcelona 1992, bajo bandera olímpica y compitiendo en lo que se llamó el "Equipo unificado". Allí, nuevamente compartiendo equipo con la mítica Svetlana Boginskaya, de nuevo sumaría otro oro a su palmarés.

Como el resto de sus compatriotas buscó acomodo en su república de origen, por lo que pasó a competir bajo bandera uzbeka desde 1992. Esta época supuso un periodo muy precario a nivel de instalaciones y material deportivo, a años luz de lo que la Unión Soviética le tenía acostumbrada. Pero ni los entrenos con material anticuado, e incluso inseguro, fueron obstáculo alguno para que Chusovitina siguiese desarrollando rutinas gimnásticas que fueron referencia mundial. Sus 5 oros, 9 platas y 6 bronces en Campeonatos Mundiales y Asiáticos, así los corroboran.


En el año 2002, a punto de retirarse de la alta competición, su vida sufre un severo revés: a su hijo de 3 años se le diagnostica leucemia. En su país ni dispone de seguro médico, ni de medios  avanzados, ni de dinero para costear el tratamiento. Deciden mudarse a Alemania porque allí, gracias a las donaciones de muchos gimnastas, puede comenzar a darle a su hijo el tratamiento médico que necesita. Paralelamente, pospone su retirada para seguir ganando dinero en las competiciones e invertirlo en el tratamiento de su hijo. "Si no compito, mi hijo no vivirá. Es tan simple como eso" solía recordar a los que cuestionaban su continuidad en la alta competición a una edad entonces considerada elevada.

Comienza a entrenar con el equipo alemán de gimnasia artística y Uzbekistán le libera para poder competir con Alemania. Sin embargo, las estrictas leyes germanas le impiden adquirir la nacionalidad alemana hasta que no haya completado al menos 3 años de residencia allí. Así, entre 2003 y 2006 se dio la paradoja de que Chusovitina entrenaba con el combinado alemán y competía con Uzbekistán, con los que seguía sumando medallas y títulos.

En 2006, adquiere la nacionalidad alemana y, en agradecimiento por las ayudas prestadas por muchos deportistas alemanes para costear el tratamiento de su hijo, pasa a competir por Alemania con 31 años, una edad insólita en la gimnasia de competición. Con su hijo ya sano, y bajo bandera alemana, conquistó 2 oros, 4 platas y 2 bronces en varias pruebas mundiales, europeas y olímpicas. La última de ellas con 37 años. 




Tras los Juegos Olímpicos de Londres 2012, anuncia su retirada que, apenas duraría unas horas. "Por la noche le dije a todo el mundo que me retiraba y, a la mañana siguiente, me desperté y cambié de opinión", claramente con vistas a competir en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Esta vez lo hará de nuevo bajo bandera uzbeka, consiguiendo un doble hito: el de ser la gimnasta con mas juegos olímpicos a sus espaldas (7) y la de mayor edad (41 años). 

Actualmente no sólo sigue compitiendo, sino que además ha obtenido un quinto y un cuarto puesto en los mundiales de 2017 y 2018 respectivamente. Y afirma estar en perfectas condiciones para alcanzar los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, a los que llegaría con 45 años. Pese a admitir que "cada año que estoy compitiendo me estoy dejando una parte de mí" no duda de que "podría competir contra todas las chicas. Lo sé y es mi objetivo ahora" afirma sin ningún tipo de temor. 

Esto la convierte en todo un referente y mito viviente para las nuevas generaciones de gimnastas, a quienes les dobla e incluso triplica la edad, por varios motivos. Por un lado, aunque haya perdido precisión y su participación se limite exclusivamente al salto, es actualmente una de las dos únicas gimnastas que ejecuta la temible Produnova, prueba inefable de su excelsa técnica. Y por otro, porque abrió la puerta para que gimnastas que fueron madres regresen a la alta competición, cosa impensable hasta la fecha y que hoy ya no resulta tan raro. 




Además tiene el honor de ser la única gimnasta que, dado su palmarés, entró en el salón de la fama estando aún en activo. 

miércoles, 1 de agosto de 2018

El helado de vainilla de "El Águila de Toledo"

Hubo un tiempo en el que al Tour de Francia no era el circo mediático que conocemos hoy en día. Por aquel entonces, únicamente acudían a competir equipos nacionales que se completaban a través de una convocatoria de sus correspondientes federaciones. Los equipos privados, repletos de profesionales y a la vanguardia de la tecnología, que conocemos hoy en día (Sky, Movistar, Lotto...) eran algo impensable por aquel entonces.


Corría el año 1956 cuando un joven toledano, enrolado en la selección española, disfrutaba de su segunda aparición el la Grand Boucle. Federico Martín Bahamontes, que así se llamaba, era un corredor atípico en su época. Mientras que para el resto de los corredores su objetivo era la clasificación general, para él no. Para él su objetivo era demostrar que era el mejor escalador de su época. Su forma de correr fuese muy distinta a la de los grandes favoritos. Apenas la carretera se empinaba un poco, él se encargaba de torturar y someter al pelotón con su imparable ritmo infernal de ascensión. Arriesgaba mucho más de lo necesario, con largas cabalgadas en solitario buscando coronar los puertos más duros del Tour. No en vano, el Tour de Francia lo considera como el mejor escalador de su historia.

En una de sus innumerables escapadas, ascendiendo el Col de Romeyere -entre Lyon y Grenoble- junto a otros tres compañeros de fuga, el coche de apoyo de la selección suiza se acercó para dar orden a su corredor de no entrar a los relevos. Al acercarse, por unas carreteras que nada tienen que ver con las de ahora, el vehículo proyectó varias piedras sobre la rueda de Bahamontes, dañando severamente varios radios y los frenos. El ciclista toledano, no sólo no se inmutó, sino que además demarró y coronó la cima del puerto en solitario, con dos minutos de ventaja sobre sus rivales.

Una vez arriba, valoró el estado de los radios de su bici y decidió que era arriesgado bajar en esas condiciones. Sería correr demasiados riesgos. Así que, ni corto ni perezoso, mientras esperaba que el coche de asistencia del equipo español llegase para arreglar su maltrecha rueda y el freno, se acercó a un puesto de helados que había en la cima. Mediante signos, ya que no hablaba francés, pidió un helado de vainilla con dos bolas, que se comió tranquilamente mientras esperaba la llegada del coche de apoyo.


Gran parte del público y de la prensa francesa nunca supo la verdad de toda esta historia, ni mucho menos de la excentricidad y espontaneidad que acompañaron a Bahamontes durante toda su carrera. Así lo acusaron de prepotente, orgulloso, soberbio... aunque también hubo quien quedó entusiasmado e impresionado con su malentendida chulería.

En esa misma etapa, el gran Bahamontes, después de terminar su helado y arreglar su rueda, volvería a unirse al grupo cabecero y volvería a coronar el siguiente puerto en solitario. Aunque tanto esfuerzo le costaría una pájara con la que diría adiós a sus opciones en la general. Eso sí, el maillot de la montaña, su gran objetivo, fue suyo.

Años más tarde,en 1959, se convertiría en el primer ciclista español en ganar el Tour de Francia

sábado, 14 de abril de 2018

Zelko Obradovic, el arte de innovar

Entrenadores buenos hay muchos, pero entrenadores que marquen las diferencias muy pocos. El serbio Zeljko Obradovic es uno de ellos. Durante mucho tiempo fue criticado porque sus métodos se salían tanto de la norma que muchos colegas de profesión nunca llegaban a entenderlos. Pero ahora, transcurridas más de dos décadas desde su llegada a los banquillos de aquel Joventut de Badalona que conquistó el cetro europeo, pocos se atreven en poner en tela de juicio sus decisiones.


Sus inicios en España no fueron precisamente un camino de rosas. Llegaba a un club en el que debía sustituir al que por entonces era -junto a Aito García Reneses- probablemente el mejor entrenador español: Lolo Sáinz, al que acababa de derrotar en la final de la máxima competición europea. Y por si fuera poco, llegaba con la etiqueta de ex-convicto tras haber pasado una temporada entre rejas por haber atropellado a un peatón en Yugoslavia. 

Competidor nato, controlaba todos los aspectos del juego. Pero en el que fue un pionero en nuestro país, fue en el aspecto psicológico, donde fue un maestro para unos y un villano para otros. Una prueba de ello, fue sus primeros partidos contra rivales directos al título, como por aquel entonces eran el Tau baskonia y el Estudiantes. En ambos partidos, quedando un segundo y ganando holgadamente, pidió un tiempo muerto en los segundos finales. Buscó provocar a los rivales para calentar futuros envites y lo logró: "Lo lamento por el Joventut, porque ha pasado de tener un señor en el banquillo (Lolo Sáinz) a tener un expresidiario", le espetó el gran Manel Comas, entrenador del TAU, entrando al trapo. 

Sus entrenamientos se convertían en auténticas maniobras militares, en las que se medía al detalle los aspectos técnicos y tácticos del juego. "Yo no veo caras, ni nombres, ni sueldos" solía esgrimir. Reconoce que llegó a no dormir muchas noches pensado en los entrenamientos porque "si vas a entrenar y un jugador te pregunta algo y no tienes la respuesta adecuada, tienes un problema". Y la misma dedicación que practicaba, también la exigía a sus hombres. "No permite un despiste, ni siquiera en un entreno. Recuerdo broncas antológicas, no se trata de personalizar, lo hace con todos. Esa es la clave, tambien amonesta a la estrella porque no permite que nadie no esté al 100%" afirma su ayudante Izquierdo.


Su filosofía de juego comenzó a desterrar lo que muchos consideraban axiomas del deporte: " de participar nada, aquí lo que hay es que ganar. Pongo todos los medios a mi alcance para que mi equipo gane, pero no voy a variar mi filosofía: ganar, ganar y ganar". Incluso sus entrenamientos, que no exceden de hora y media a intensidad máxima, y suelen basarse en 5 vs 5 a media pista, constituyen otra innovación.

Y no debe de hacerlo mal porque, como dice Joe Arlauckas "cuando lo conoces y te entrena, lo matarías; cuando termina la temporada, matarías por él". Es más, sabe conjugar el palo y la zanahoria de forma magistral. Cuentan que cuando el Joventut se clasificó para su segunda final de la Copa de Europa, para distraerlos y que no pensasen en cómo habían perdido la primera en el último segundo, los mandó al zoo de Estambul. O cómo preparó la eliminatoria contra el Panathinaikos haciendo que sus jugadores del Fenerbace entrenasen con varios bafles metiendo ruido a todo trapo, sin que sus jugadores pudiesen escucharse entre ellos, imitando el ambiente que se iban a encontrar en Grecia. Y mal no le fue, pues ganó los dos partidos en Grecia.

Como bien recuerda el gran Felipe Reyes: "Se las sabe todas"

martes, 3 de abril de 2018

Cruyff y el fútbol callejero.

Decía el gran Johan Cruyff que el fútbol consistía básicamente en dos cosas: pasar correctamente la pelota cuando la tenemos y controlarla adecuadamente cuando nos la pasan. Sin embargo, estamos asistiendo a un momento en el que la calidad técnica del jugador de fútbol está menguando, cosa que Cruyff achaca al lugar en el que los jóvenes aprenden a jugar al fútbol.


Y es que antes la academia de fútbol más importante era la calle. Allí era donde se congregaban todos los jóvenes al salir de la escuela, del trabajo, para practicar su deporte favorito. Por las mañanas se estudiaba o se trabajaba, y por las tardes se jugaba. Daba igual que fuese una calle, una plaza o un parque, allá se jugaba con mochilas, piedras o abrigos como postes. No existían las categorías ni el profesionalismo y, salvo algunas excepciones, todos entrenaban a la misma hora. 

Las calles se convertían en campos de entrenamiento improvisados en donde los más pequeños aprendían de los mayores observando e imitando lo que éstos hacían. Siempre alguno de los mayores se quedaba con los más pequeños para enseñarle sus trucos, corregir sus errores y guiarles en su mejora, pero sin quitarles de hacer las cosas que les gustaban.

Para Cruyff, por mucho que evolucionen las teorías y los modelos pedagógicos, por mucho que se empeñen en convertir el fútbol en una ciencia exacta y predecible, a base de machacar con discursos tácticos y retórica de pizarra, la mejor escuela sigue siendo la transmisión oral y práctica a través de jugadores de distintas edades. De nada sirven los entrenadores que saben qué entrenar si luego no saben cómo hacerlo. O lo que es lo mismo, y antes pasaba en las calles, solo aquellos que son capaces de hacer una habilidad o destreza serán capaces de enseñarlo a sus pupilos. El resto no. Podrán enseñar cosas secundarias, pero lo esencial no.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Un vestuario galáctico

UN VESTUARIO GALÁCTICO

Cuando la dinámica de resultados no es la esperada la prensa enseguida carga las tintas y focaliza la presión sobre los hombros del entrenador y su equipo de ayudantes. En muchas ocasiones seguro que tienen gran parte de la culpa por sus planteamientos tácticos y/o la metodología empleada. Pero también es cierto que, en no pocas ocasiones, son los propios jugadores los que desafían al entrenador y, de alguna manera, "fuerzan" la situación. Vamos, lo que toda la vida se llamó hacer la cama.


El Real Madrid es un club que en los últimos años ha experimentado este tipo de situaciones. En la temporada 2004-2005 retornaba al club Jose Antonio Camacho, tras cinco años al frente de la selección española. Jugador de la casa, de raza y caracter, el día de su presentación decía que "vuelvo a mi casa" y "quiero un Real Madrid imparable".

Sin embargo, aquellas cosas quedaron en eso, en palabras. Un vestuario repleto de estrellas, con varios balones de oro y excesivamente contemplados por su presidente, chocó con la forma de ver el fútbol y los valores que pretendía implantar Camacho. Así, en el primer partido de la fase de grupos de la Champions League, estalló todo. Camacho sentó a Figo y Ronaldo en el 58, cuando ya el equipo perdía 3-0 ante el Bayer Leverkausen alemán. 

Con el barco en llamas, a los tres días visitaban al Espanyol en el estadio olímpico Lluis Companys. Camacho deja en el banquillo a Raul (que ese día ni jugó) y a Bechkam. Mientras daba la alineación alguno se reía, a lo que Camacho les soltó "ahora id a hablar con vuestros amiguitos de la prensa". Tras acabar el partido, Camacho dimitía.

Mientras Florentino Pérez sacaba la cara por los jugadores alabando su profesionalidad y sacrificio, Camacho se despedía como un caballero y sin airear los trapos sucios del vestuario. "El rendimiento del equipo no es el adecuado y, estando yo, no va a mejorarlo, por eso he decidido marcharme(...). Tengo una manera de ser, de entrenar y de jugar, y no he visto esa proyección en el terreno de juego".


Años más tarde, durante la temporada 2015-16 llegaba al vestuario del Bernabeu otro entrenador con ADN madridista: Rafa Benítez. En una de sus primeras ruedas de prensa, Benitez afirma que "Cristiano Ronaldo no es el mejor jugador al que yo haya entrenado" y, por si fuera poco, viaja hasta Gales para entrevistarse con Bale. Los capitanes y el jugador portugués, víctimas de los celos, montaron en cólera. Y por si fuera poco, a Cristiano Ronaldo lo desplaza inicialmente de su posición para colocar ahí al galés. Las quejas del portugués no tardaron en llegar: criticas a su sistema de juego encorsetado, no invita a Benítez a la presentación de su documental, constantes desplantes en los partidos y entrenamientos, declaraciones polémicas a la prensa...

Además Benitez sentencia a varios jugadores (James, Jesé e Isco) por diversos motivos: poca actitud y profesionalidad los dos primeros, y por chocar con el último tras unas declaraciones. Se le criticaba por apostar por jugadores mucho menos mediáticos pero mucho más solidarios y comprometidos, como Casemiro o Lucas Vázquez, en lugar de los citados. 

Uno de los ayudantes de Rafa Benítez, Antonio Gómez, asegura que "los jugadores no hacían caso al entrenador, pero no de ahora, sino desde la primera jornada de liga cuando empatamos con el Sporting 0-0. Mientras Rafa hablaba y daba instrucciones en el vestuario, algunos jugadores miraban hacia abajo, se tocaban el codo y se reían...algo que yo no había visto jamás".

Con semejante panorama, la situación estaba muy clara. Se repetía la misma historia de Camacho. Destitución, palmadita a los jugadores y patada al entrenador. 

sábado, 12 de noviembre de 2016

El Tour de Trump

EL TOUR DE TRUMP

Ahora que está tan en boga el nombre de Donald Trump, el nuevo presidente de los EEUU, no podemos dejar pasar la oportunidad de contar una de sus muchas excentricidades. En este caso, como no podría ser de otra manera, centrada en el deporte.


De todos es sabido que el Tour de Francia pasa por ser la carrera ciclista más famosa y prestigiosa del mundo. Pues bien, en 1987 a un grupo de periodistas deportivos norteamericanos se les ocurrió hacer una carrera ciclista en EEUU que compitiese con la roda gala. Las competiciones ciclistas allí por entonces se reducían a modestas pruebas en la costa oeste sobre todo.

En su búsqueda de patrocinios se centraron en la ciudad de Atlantic City, donde había varios casinos que podrían financiarla. Trump, como propietario de tres de los más importantes, se ofreció como patrocinador principal de la prueba. La idea sorprendió a propios y a extraños pues Trump ni era aficionado al ciclismo, ni tampoco al deporte en general. "Siempre estoy haciendo inversiones y creo que este evento puede ser enorme en el futuro, incluso más grande que el Tour" argumentaba justificando su postura. 


Una vez puesta en marcha la idea, tan sólo faltaba ponerle nombre a la criatura. Lo que en principio iba a ser el Tour de Jersey, acabó denominándose Tour de Trump. "Podríamos llamarlo de otra manera pero tendría menos éxito (...). Creo que va a ser tan importante como el Tour de Francia" decía convencido un Trump que inicialmente no se mostraba convencido de que la carrera llevase su nombre. Además, el proyecto contó con el visto bueno del por entonces estandarte del ciclismo estadounidense, Greg Lemond. El tres veces ganador del Tour le auguró "un enorme impacto" y "un gran futuro a largo plazo".


En 1989, tuvo lugar la primera edición que contó con varios equipos que renunciaron entonces a participar en la Vuelta a España (una de las tres grandes junto con el Tour de Francia y el Giro de Italia), que se corría en la misma época. Contó con primeras espadas como los equipos PDM, Panasonic, 7Eleven, Lotto... o los corredores Greg Lemond, Andrew Hampsten, Raúl Alcalá, Ekimov o Lauritzen.

Para la segunda y última edición de 1990, Trump ya empezó a tomar partida de la organización, llevando la carrera hasta estados en donde tenía intereses financieros. Los premios y los participantes seguían creciendo y sólo el Tour de Francia los superaba. Sin embargo, en 1991 Trump se declara en bancarrota, renuncia al patrocinio y la carrera pasa a conocerse, hasta su desaparición en 1996, como Tour Dupont.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Fútbol y valores

FÚTBOL Y VALORES

Thierry Henry, uno de los futbolistas franceses más sobresalientes de las últimas décadas, realizó unas sorprendentes declaraciones al diario The Guardian, allá por el 2/12/2014.



"En Mónaco, cuando no centraba buenos balones a Sonny Anderson o Mickael Madar (los delanteros titulares por aquel entonces, que posteriormente jugarían en el FC Barcelona y Deportivo de la Coruña respectivamente), y ellos remataban por encima de la valla de alambre de La Turbie (campo de entrenamiento del Mónaco), adivinen quien tenía que ir a buscar la pelota: David Trezeguet y yo".

"Incluso después de haberme convertido en campeón del mundo, Tigana (entonces entrenador del AS Mónaco) me pidió cargar con los petos para el entrenamiento. Había varios hombres y una mujer allí que se me ofrecieron para llevarlos, pero Tigana dijo: "No no, le toca a los jóvenes hacerlo". "



"Cuando yo era un joven jugador en el primer equipo del AS Mónaco, no había nombres en  las taquillas. Esperaba hasta que llegasen todos los del primer equipo y encontraban un lugar para sentarse. En el autobús del equipo, cuando nos íbamos a las 10 de la mañana, acudía hasta dos horas antes para asegurarme de no perderlo. Me quedaba allí durante dos horas a la espera y no me sentaba hasta que me decían que podía hacerlo."

"Es una pena que estos valores desaparezcan. Estamos perdiendo algo. Convertirse en profesional no es algo que se le debe a alguien. Cuando yo era más joven, era yo el que iba a saludar a todos los profesionales. Hoy en día es casi al revés"

"Empecé a recibir masajes cuando tenía 21-22 años. Si Tigana nos veía en la mesa de masaje nos decía: "¿Qué estas haciendo aquí?, ¿Dónde te duele? ¿Su espalda? ¿Usted ha jugado cinco segundos en la Ligue 1 y está dolorido? Vaya a entrenar, vaya a correr y deje su sitio para Franck Dumas o Enzo Scifo." Tenía razón,